''Cada día me miro en el espejo y me pregunto: Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿quería hacer lo que voy a hacer hoy? Si la respuesta es no durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo.''

lunes, 4 de noviembre de 2013

Un mal día lo tiene cualquiera.

Momentos de agobio, momentos en los que no sabes si llorar, reír o pasar de todo. Momentos incómodos en los cuales no sabes que hacer para encontrarles una solución. Y lo peor es que sabes, que la única persona capaz de animarte, no está a tu lado en ese momento. 
Que sí, que sé que puedo llorar, desahogarme, gritar, correr, incluso volver a llorar si hace falta. Pero esa cosa no consigo quitarmela de dentro, no me lo puedo tragar, es algo que me reconcome, no puedo ponerme esa maldita máscara e intentar reflejar felicidad, porque aunque no lo creáis, es mucho peor. No puedo mentir diciendo que estoy bien cuando en realidad estoy mal. Quizás no esté sola en esto. Por mucho que ignore esos comentarios o actos que me pueden herir, aunque me sea difícil, se me hace imposible. Y, cuando consigo levantarme, me doy cuenta de que el mundo tampoco está tan mal, que también se he de recordar los buenos momentos, que seguro que son más que los malos, pero cuando me pongo a pensar y reflexiono, vuelvo otra vez a lo mismo. Sé que tengo que ver el lado positivo de la vida, que vale la pena, ¿pero de qué sirve cuando todo va mal? Sé que él, es el único capaz de hacerme dar cuenta de que realmente sirvo para mucho, que la vida no está echa para malgastarla tragándome los problemas y acumulándolos; que la vida, está para vivirla, disfrutarla, para saltar alto, que así puedo esquivar esos malditos obstáculos, y, que si me caigo, tranquila,  que ahí estará el para levantarme. Que no todo puede ser bueno, que también puede ser amargo; pero que al menos, si les pongo un poco de azúcar seguro que tienen más buen sabor.

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