No creo en la felicidad, no entiendo por qué el mundo se
empeña en buscarla si no existe. Es una simple palabra que algún iluminado
inventó para nombrar un estado que no es para siempre, sino que te sorprende,
porque va y viene como las estaciones del año. Tampoco creo que exista una
llave que abra y cierre puertas, o por lo menos yo todavía no la he encontrado.
Yo creo en los hechos, eso que hace que creamos que no nos gusta el invierno y
que adoremos el verano. Porque cambiar la hora del reloj nos deja paralizados
en el pasado. No podemos dormir cuando debemos, no tenemos hambre cuando toca,
nos cuesta levantarnos, incluso nos jode salir del trabajo, y ver que el día ya
acabó para nosotros, porque es de noche. No creo en el odio sin antes no creer
en el amor. Si odias es porque un día amaste incluso sin pedirlo, sin buscarlo.
Amaste tanto que ahora te duele y crees que es odio, pero no es más que amor
podrido. Entonces, ¿por qué buscamos algo que no existe? Y encima queremos
hacerlo permanente, no es justo nos han engañado. La felicidad no es un tesoro
para andar como piratas buscándola. Es un estado invisible, tan invisible que
la estás rozando con la punta de tus dedos y no te estás dando ni cuenta;
porque todavía estás buscando una mentira de aquel iluminado. La vida es así de
simple, saludar a la chica de la oficina que no te hace ni caso a ti te hace
feliz. Y a ella le hace feliz escaparse a buscar el café del bar de la esquina
y a la persona que se lo está preparando le hace feliz ver a la señora mayor
cada día con una sonrisa. Esa misma señora sola sube cada día la compra hasta
el quinto descansando en cada peldaño, pero ella, es feliz porque todavía puede
subir escaleras. Y saludarla cada tarde te hace feliz de ver que todavía está
aquí contigo. Así que empieza a dejar de buscar una mentira y empieza a sentir más
lo que ya tienes, os lo prometo que funciona.
